Cada golpe es una promesa al niño que un día soñó con esto. Desde pequeño supe que mi vida estaría entre las cuerdas. Crecí en los brazos de mi padre mientras golpeaba el saco, y ahí, sin saberlo, comencé a soñar con ser como él. Con sentir esa misma adrenalina al subir al ring, con pelear por algo más grande que yo.
El Legado empieza ahí: en los sueños que se heredan y en la fuerza que se aprende mirando hacia arriba.
El camino
Mi padre me enseñó a boxear,
pero el sueño… ese lo elegí yo.
Cierro los ojos y recuerdo los entrenamientos,
los viajes interminables, las derrotas que dolieron más que los golpes y las victorias que aún hoy saben a gloria.
Cada golpe me acercó un poco más.
Cada caída me hizo más fuerte.
Y cada vuelta a empezar me trajo hasta aquí.
El Legado no se recibe: se construye día a día, con sudor, con paciencia y con hambre de seguir.
La mirada al frente
Hoy miro atrás y sonrío, no porque haya llegado,
sino porque sigo caminando hacia la historia que me espera.
No busco superar la historia de mi padre.
Estoy escribiendo la mía.
Con el mismo fuego.
Con el mismo corazón.
El Legado continúa cuando entiendes que lo importante no es repetir la historia, sino honrarla con la tuya.
De Córdoba al mundo
El Legado no termina con un nombre. Sigue en cada paso, en cada mirada, en cada joven que sueña con subir al ring algún día.
Soy el presente del boxeo español. De Córdoba al mundo.
Cada entrenamiento, cada combate, cada respiración dentro del ring es una página más de esta historia.
El Legado continúa
No hay destino sin esfuerzo.
No hay gloria sin sacrificio.
Y no hay herencia más grande que seguir peleando
por lo que un día empezó en los puños de quien te enseñó a soñar.